Por Thomas Jimmy Rosario Martínez
Vega Baja es un pueblo afortunado en cuanto a su historia, porque siempre ha tenido personas que le interesa.
Ser historiador tiene tres connotaciones distintas. Cualquiera que escriba historias se le puede llamar historiador, aunque en otros lugares hay cuentistas, que es otro género literario que trabaja más con la ficción que con la verdad.
La segunda es aquel que estudia la historia como disciplina, su metodología, filosofía y tiene una práctica académica. Los hay con pocos estudios, con bachillerato, maestría y hasta doctorado. Eso no garantiza que sea un buen historiador ni un historiador honrado.
La tercera clase la representan los académicos. Aquellos que se dedican a enseñar la historia y la practican. Ellos generalmente piensan que son los profesionales de esta materia y generalmente rechazan a los que no tienen la educación formal.
Para historiar no se necesita tener antecedentes, pero es conveniente adquirirlos. La educación, ya sea autodilacta o dentro de grupos de estudio es conveniente para todo el que interese historiar. Se debe tener conocimientos sobre las distintas materias que constituyen las ciencias auxiliares de la historia, la metodología de investigación y un uso apropiado del lenguaje escrito y oral.
Los primeros historiadores de Vega Baja fueron cronistas, generalmente funcionarios públicos que llevaban estadísticas y memorias de los acontecimientos. Luego fueron los maestros y los periodistas.
El primer historiador con la mayor experiencia jamás habida ha sido la de Luis de la Rosa Martínez. Fue archivero en el Instituto de Cultura y llegó a ser el Director del Archivo General de Puerto Rico. Organizó el primer archivo municipal histórico de nuestra ciudad y lo rescató cuando cayó en peligro. Fue un recurso importante en toda publicación seria de Puerto Rico que se hizo en las décadas de 1970 a 1990 y él personalmente escribió libros y dio a conocer antologías de documentos.
Luis fue el mentor de Carlos Ayes, Juan Carlos Rosario, Luis Mejías y este suscribiente, entre otros. Siempre propiciaba y motivaba el estudio y la creatividad. De memoria conocía las fuentes de la historia vegabajeña y con su buena fe, lograba que la historia se contara.
Luis trabajó para que los que le sobrevivimos mantuviéramos la llama encendida de la historia vegabajeña y el agradecimiento por habernos enseñado el camino.
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