Por Thomas Jimmy Rosario Martínez
28 de junio de 2016
La historia no se escribe sola. Se necesitan los sujetos y los escritores. Y desde luego, también el escenario y el tiempo que transcurre como marco de la acción que se cuenta.
El sujeto puede ser cualquiera. Una persona socialmente importante de acuerdo a los valores del momento o alguien que no alcanza esa estima pública. Un profesional, un trabajador, un padre o madre de familia o un tecato, junkie o prostituta. Para la historia, todos son importantes, porque la historia incluye todos los seres humanos.
En un tiempo, la historia de Vega Baja era la de los políticos y la de los literatos. Paralelo a eso, se contaba la historia de la sociedad de alcurnia y linaje, a la usanza de anteriores tiempos de la realeza española que imitaban en algunos clubes. Hasta hace poco, se presentaban las señoritas en sociedad para el mercado de casamientos entre familias opulentas y esa historia era la que se comentaba.
Uno de nuestros primeros historiadores, Agustín Alvarez Rodríguez, escribió con la mirada puesta en lo que veía de la gente. Lo hacía en verso y rima, con un gusto exquisito. Dejaba constancia de la humanidad de muchos vegabajeños que de otra manera nunca hubieran sido conocidos. Yenso, Mañemón, Varo, Muerte y Capellán eran los sujetos de sus poemas entre otros. No en balde al historiador puertorriqueño Carmelo Rosario Natal encontró es parte la mejor de nuestro libro de historia vegabajeña “Vega Baja, su historia y su cultura”.
Categorías:Historias
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