A las seis de la mañana| Lágrimas del corazón

Por Thomas Jimmy Rosario Martínezlogo-ehv-diario-vegabajeno-de-puerto-rico-small

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Hace varios años se me presentó un tumor en la pituitaria. Después estuve hospitalizado por un dengue fuerte y posteriormente me afectó un severo ataque facial que quitó mi sonrisa. Como consecuencia de esta última afección, soy sensible a la luz del sol,  mi ojo derecho llora mucho, no puedo masticar mucho con el lado derecho y en mis labios solo siento el beso a medias.

No vinculo tanto a ninguna condición o enfermedad sino mas bien a que se me ha dado la oportunidad de descubrir en esta etapa de mi vida otra dimensión de los demás seres humanos que antes no podía ver en la justa perspectiva.

Una de mis metas es sacar lo mejor de mi pero también de los demás. Proveer las herramientas que conozco y las que sigo aprendiendo para que los demás puedan descubrirse y disfrutar la vida en orden y productividad. Que tengan una motivación constante y que puedan ser felices.

Para eso no se necesita tener la altura de Gandhi, las luchas de Martin Luther King, la resistencia de Mandela. La labor individual que se pueda hace con cada ser humano individual es fundamental, hacerle creer que lo pueda hacer, como Yanni tuvo aquel propósito noble con José José que le dio un espacio glorioso a su vida con su música exquisita en Volver a Creer.

En la Escuela de la Historia Vegabajeña he encontrado la oportunidad. Pero no soy yo quien produce los cambios. Cada alma noble que se ha agrupado con nosotros viene como de un mundo selectivo con unos propósitos similares. En el tiempo que llevamos somos testigos de la juventud escondida de los viejos que nos acompañan cada semana en las clases y nuestras actividades, hemos lidiado con enfermedades mortales,  con la pérdida de excelentes compañeros y  descubierto talentos escondidos. Esta familia extendida que componemos se preocupa por el bienestar de todos por lo que nos gusta estar juntos y hasta revueltos.

Pudimos ser un grupo religioso, pero no lo somos.En nosotros, la política  no es razón de disidencia, sino de humor. Podemos profundizar con respeto sobre temas profundos de todo sin que seamos fanáticos de nada.

He estado en muchas agrupaciones y sociedades antes. La diferencia es que aquí hay un propósito unificador donde la historia de Vega Baja es la perfecta excusa. Todo lo demás que veo es unidad, sensibilidad y nobleza en personas lindas, como dijo Dulce. O en hermanos de sangre por haber hecho donaciones de sangre cuando ha sido menester, como dijo Beth.

Donde el hombre intenso que es Carlos Ayes parece un monje tibetano trayendo la paz. Donde Esmirna, sin tener estudios sobre periodismo ya tiene una colección de entrevistas de gente importante en un trabajo voluntario que aporta a la historiografía vegabajeña. Que la labor fotográfica de Luigi y Edgar es tan ejemplar que es ya punto de referencia cuando buscamos los hechos  de los últimos cuatro años de historia de nuestra ciudad.

Que la supuesta anciana Aura, a sus ochenta y tantos años nos demuestra una hermosa sonrisa y palabras de estímulo constante y una asistencia perfecta para conocer la información y análisis que nuestros conferenciantes prodigan. Esa es la que de forma mágica deja el bastón enganchado en su brazo cuando hacemos los recorridos y pareciendo que flota por las calles de nuestra ciudad. Las importantes anécdotas de Manel Portela, las intervenciones de Pilar, tan sabias, la música siempre en los labios de Herminio, los conocimientos y experiencia  de Diosdado.

Es el recinto donde todos dejan algo de su historia personal en el poco espacio que tenemos. Colecciones de libros útiles, comenzados con los del finado Hector Figueroa Casanova que por lo delicado de su condición de salud, nunca pudo asistir a ninguna reunión, pero igual fue una de las piedras donde construimos nuestra entidad, las casitas y hasta una letrina a escala que nos regaló Don Luis, el hermoso gallo que nos dejó Severo luego de darnos una conferencia sobre ese arte popular, la escultura de la Taina que fue esculpida y donada por Pancho Jiménez, a la que de broma decimos que hay una leyenda de que el que le toque el pecho y el trasero tendrá amor para toda la vida. El legado que nos dejó Juan Carlos antes de fallecer.

El sicólogo sin título  Gastón Berthnet, cuyo libro preferido es de nacionalidad francesa como sus ascendientes de Europa y que coincidentalmente o como creemos, causalmente, le gusta la historia de Le Petit France, que habla de la naturaleza humana. A Edgardo Pabón, quien nos ha dado lecciones de lo que es verdadero amor, a Jean Paul Gerena, nieto de la persona que me dio mi primer trabajo en el gobierno, quien con sacrificios el pasado miércoles interrumpió su rutina en la Universidad para asistir a la actividad de la entrega del libro de historia de Wilhelm Hernández en el Teatro América.

A Gladys, quien a la vez que disfruta de las clases, nos prodiga con excelentes exquisiteces culinarias como los demás que viene a nutrirse del pan de la enseñanza pero que también no se olvidan del otro pan que nos sostiene. No puedo terminar sin mencionar a Otilio, tan sensible por los demás y tan intenso por lo demás y a Raquel Villanueva, la española, a quien por sus ausencias en las últimas actividades, estamos extrañando. No puedo olvidar a mi padre, quien como vigía  de la historia sigue inspirando e historiando a nivel de adicción.

Son muchos sus nombres y hazañas que se puede hacer una enciclopedia  de todas las gratas personalidades que nos unen. Somos diferentes, pero iguales en un propósito. Hay tanto amor en nuestro ambiente que a veces mis condiciones de salud afloran y lloro.

Me equivoco. No son mis condiciones de salud las que me hacen llorar. Son las emociones del alma que envían bautismos del interior al exterior por estar rodeado de gente tan importante para mi vida. Lo sé porque mientras concluyo este escrito, no me lagrima un solo ojo, sino ambos.

Se que he escrito antes de ellos, pero no me canso de hacerlo. Están haciendo una labor tan inmensa por la historia vegabajeña que es más de lo que puedo albergar para mí. Eso tengo que compartirlo con los que aun no se nos han unido porque la gente lee historias pero no saben como se producen.  Sé que algunos no han llegado aun aunque gustan conocer la historia de nuestra ciudad y sus almas son de la misma clase que la de mis compañeros. Comoquiera, a esta actividad humana hay que darle continuidad y se necesitan más soldados para este ejercicio educativo y humano. Tal vez luego llore por eso.



Categorías:Análisis, Vegabajeñismo

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