Rupturas con el poder

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Por Antonio Quiñones Calderón

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La lectura del título de este artículo seguramente habrá producido en muchos lectores –si es que tengo muchos lectores– la expectativa de un comentario más, de un intento de análisis más, sobre lo ocurrido el pasado martes 8 en Puerto Rico. No es el caso. La referencia se retrotrae a 110 años atrás. Me la permite la aparición del libro Rupturas con el poder / Los partidos municipales en Yauco, 1906-14, del joven historiador José Luis Colón González.

Desde luego que no creo en las coincidencias, pero tengo que hacer nota de excepción para destacar la oportuna y feliz coincidencia, digamos, del momento –no planificado, me consta– en que circula el valioso trabajo del autor, en quien vislumbro uno de nuestros grandes historiadores, en virtud de la metódica y profunda investigación que se observa realizó y la acertada redacción del libro. La aceptada coincidencia ocurre en virtud de la época y la novel circunstancia política que abarca su investigación y la igualmente novel circunstancia que acaba de darse en los días en que circula su trabajo.

Colón González nos hace incursionar prácticamente en el umbral del puente transicional en la política de Puerto Rico entre el fin de la soberanía de la Corona española y el inicio de una nueva, la identificada con el águila estadounidense, aún vigente. La hegemonía de los anteriores partidos o tendencias políticas de los tiempos de España, como la de las colectividades partidistas puertorriqueñas a partir de su incepción en 1870-71, mantenían un panorama electoral monolítico. Había que tener la fuerza de un coloso para sustituirlos. En la época examinada por Colón González, los dos partidos principales, Unión de Puerto Rico y Republicano Puertorriqueño, constituían moles que aseguraban –hasta donde puede ser seguro algo en la política– los intereses económicos que representaban y defendían. El interés principal de los partidos giraba en dos vías: saberse cada uno protegido por los representantes de la nueva soberanía y responder a los intereses económicos que los respaldaban. Lo municipal apenas era tema de preocupación.

La poca atención que recibían los municipios fue horadando la confianza de sus residentes en los grandes partidos, al ver cómo sus problemas aumentaban mientras crecía la atención y los privilegios que el partido que asumía el poder concedía a los representantes de los intereses centrales y urbanos. En varios pueblos comenzó a surgir el clamor en procura de atención a sus particulares problemas. Principalmente comenzaron a salir a flote aquellas decepciones en municipios como los de Yauco, Gurabo, Río Grande, Utuado, Ponce, Orocovis y Corozal. El resultado fue la organización de pequeños “partidos municipales”. Colón González pormenoriza las luchas de esos partidos hasta desembocar en la sorpresiva victoria del Partido Republicano Puro de Yauco, una disidencia del Partido Republicano Puertorriqueño, que participó en la elección de 1906 coligado con el Partido Unionista local y logró elegir su alcalde y sus concejales municipales por encima de los candidatos de los dos partidos grandes.

En una elección subsiguiente, relata Colón González, resultó victoriosa una candidatura común en la que el candidato a alcalde era del ala republicana y los concejales municipales de la facción unionista. Yauco fue el único municipio en que coaliciones o disidencias de los partidos mayoritarios triunfaron en dos ocasiones consecutivas. De ahí que el autor, aunque abunda en la inserción de partidos municipales en los municipios en que se dio el fenómeno, centra su trabajo en Yauco.

Yauco, es de rigor precisarlo, señaló el camino de alternativas políticas a los grandes partidos que olvidan su misión de ser responsivos al colectivo y no a intereses particulares, o caen víctimas de la arrogancia que en ocasiones rodea el poder.

No estoy proponiendo o alentando cosa alguna, excepto apuntar hacia la obligación indiscutible de todo líder político y gubernamental de adscribirse a una conducción de gobierno afincada en el bien común si es que quiere prevalecer y mantener el vigente sistema político bipartito –la valorización sobre su bondad o maldad es asunto para otro momento– y evitar una ruptura como la de los años 1906-14, o la que dio muestras de cuajar hace unos días.



Categorías:Análisis, Vegabajeñismo

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