Por Thomas Jimmy Rosario Martínez
La política partidista es buena porque cambia los parámetros del próximo gobierno cuando hay un mandato, pero a veces resulta retrógrado seguir con un pensamiento politiquero. Unos y otros piensan que las posiciones de sus ideales y actuaciones siempre se tienen que defender y se inventan excusas para esa justificación.
Hemos visto un cambio de transición accidentado por la reticencia de la actual administración de ser clara y realista y los de la próxima administración en ser incisivos, desconfiados y hasta ofensivos con los funcionarios actuales.
Es cierto que esta administración de Alejandro García Padilla operaba con una estrategia escondida para cada nuevo cambio. No supo leer las necesidades del pueblo y hasta muchos ciudadanos piensan que se burlaron de ellos. Pero parece que la gente de Ricardo Rosselló quiere esculcar fallas para neutralizar a las personas que participaron de este cuatrenio, procesar aquellos que se hayan desviado de la ley y tratar de llegar a una realidad aceptable que puedan manejar en los próximos años.
Veremos este espectáculo de las dos partes. Aquellos que callaron los desmanes de la presente administración serán cotorras criticando a todo dar aun antes que todo comience el dos de enero. Los que defiendan la próxima administración, por su parte, padecerán de ceguera tan pronto empiecen señalamientos de ineficiencia o corrupción.
Al márgen de todos ellos, en los medios y las redes sociales, estamos en un lugar privilegiado para examinar la flaquencia o robustez de argumentos.
Con una economía tan deteriorada, debemos estar alertas a toda buena nueva, con la suspicacia que tenemos siempre los que no vemos ni tenemos colores de preferencia. Esta tercera fuerza del país será la diferencia entre los que abusaron del poder en el pasado y el mañana y serán los privilegiados realmente en decidir el futuro sobre las otras dos alternativas de ubicación.
Categorías:Análisis, Vegabajeñismo
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