Por Thomas Jimmy Rosario Martínez
Nuestro sistema de justicia incluye una parte importante que es la rehabilitación. Castigos que antes existían como la muerte o el destierro no existen. La pena de cárcel de por vida no siempre termina con la muerte del reo en prisión.
La justicia nunca complace a todos, porque se nos hace difícil perdonar. Hablamos de Dios, pero no practicamos la compasión. Somos seres inconformes que queremos ser los controladores de las vidas de los demás. La naturaleza humana es así.
Edgar Santana Rivera tuvo un ascenso meteórico en la política partidista y luego fue nuestro alcalde desde el 10 de enero de 2005 hasta noviembre de 2011. No terminó su segundo término de incumbencia porque fue convicto por actos de corrupción en el Tribunal de Primera Instancia en Bayamón por un jurado compuesto de doce miembros. Paralelo a su responsabilidad criminal, sus actuaciones afectaron a muchas personas en nuestra ciudad en forma positiva y negativa. Algunos ciudadanos lo recuerdan con agradecimiento por lo que hizo personalmente por ellos mientras otros resienten el estado de verguenza pública en que dejó a nuestra ciudad y daño personal que causó a muchas vidas.
Santana quiso influenciar en la investigación de sus casos y utilizando su poder y posición obtuvo apoyo en Vega Baja y fuera de Vega Baja. Personas como el Senador Thomas Rivera Shatz aportaron económicamente y mediante una campaña intimidatoria, trataron de desviar el camino de las eventuales acusaciones criminales. Afortunadamente el Gobernador, el Secretario de Justicia, la Oficina del Fiscal Especial Independiente y la Fiscalía de Bayamón fueron diligentes y responsables, con el efecto de lograrse una convicción y una sentencia severa, posiblemente agravado por la contumacia del alcalde.
Cinco años han pasado desde aquella sorpresiva reclusión inmediata posterior a la convicción. Sus hijos ya se habían afectado con el divorcio prematuro de sus padres muy poco después que asumió su cargo. Han sufrido por el acoso de sus pares escolares hasta que han tenido que optar por la educación en el hogar y adaptarse al nuevo hogar que su madre formalizó con un buen hombre que les ha ayudado a sobrellevar la tragedia en el nivel espiritual y material.
Sus padres han tenido que modificar su vida. El Partido Nuevo Progresista en el nivel local al que pertenecía perdió las elecciones de 2012 como nunca. Su sucesor fue también acusado criminalmente de delitos que están pendientes de solución. Aun en las pasadas elecciones de 2016, vimos la cadena de ese efecto negativo cuando Marcos Cruz rompió su propio récord electoral.
El pueblo vegabajeño carga el estigma de haberse equivocado. No nos percatamos de la insuficiencia del aspirante dentro de un partido y lo inadecuado que era para el cargo. No vimos con malos ojos las compañías que traía y que venían a desvalijar los recursos municipales y a despojar de derechos a los que podrían beneficiarse limpiamente de tener un trabajo digno y en igualdad de condiciones que otros aspirantes o a recibir en justa proporción, ayuda social aunque no fuera del partido gobernante. No nos dimos cuenta de las inversiones millonarias y los cambios de órdenes para perpetuar el pillaje de algunos.
Mejor dicho, algunos nos dimos cuenta y lo denunciamos, con la consecuencia de ser maltratados, acusados, separados y vilipendiados. Pero en general, hasta se le justificaban sus actuaciones con la palabra hueca de “progreso” y la calificación equivocada de “cambio”.
Edgar Santana Rivera fue culpable de lo que se le acusó y de muchas otras circunstancias por las que no tuvo que defenderse. La evidencia era tan contundente en los casos que se le radicaron que no hubiera sido necesario abultar más ni darle más trabajo a los fiscales. La selectividad de las acusaciones fueron acertadas, el estado se anotó la perfección en su trabajo en todas las etapas.
Pero ya es tiempo de que nuestra sociedad sane. De la misma manera en que estoy de acuerdo conque se libere a Oscar, creo que Edgar debe reintegrarse a la sociedad. Ambas sentencias fueron severas y nada abonan a una sociedad que debe estar en la constante búsqueda de la reconciliación y el perdón. Aun cuando creo que la motivación del Gobernador Alejandro García Padilla fue equiparar el terrible peso que conllevó la liberación a políticos de su partido y otros cuestionados indultos, el efecto es el mismo. Es una manera de mejorarnos como seres humanos y entender nuestras debilidades.
Edgar Santana Rivera fue muy lejos en negar lo que hizo y de comprometer a sus amigos y correligionarios en su defensa, pero hoy día no es un peligro para la sociedad. Sin poder, después de la muerte de su principal socio que fue Andrés San Miguel, de la convicción de su mentor criminal Irving Piñero, del abandono de sus amigos, del fracaso de sus abogados, de la necesidad de sus hijos y sus padres y de un pueblo que no olvidará nunca lo que hizo, no hay manera que desvíe su camino para regresar a lo que ha sido su hogar por media década. Y aun tendrá que aceptar que si el indulto como fue formulado prevalece sin ser modificado por el actual gobernador, tendrá un año más de prisión y muchos más con su libertad restringida.
Habrá quien no pueda refrenar su odio, prejuicios y principios, querrá que se cumpla la sentencia completa y hasta criticará fieramente al gobernador por darle el indulto. Pero no hay placer mayor que ver que la gente se rehabilite. Eso le quita una carga a sus allegados y a la sociedad en general. El castigo ha sido suficiente para curar heridas y para hacerle bien a cualquiera que hubiera perdido el rumbo de su vida, pero mañana será demasiado severo.
Es tiempo de la compasión. Una cosa es el indulto y otra el perdón que todos debemos darle. No necesitamos para eso un acto de constricción de Edgar Santana; nos basta tener un corazón limpio, lleno de buenos deseos y confiar nuevamente. Eso, por ser inherente a la naturaleza humana, es más fuerte que todo.
Categorías:Análisis, Historias, Vegabajeñismo
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