Por Thomas Jimmy Rosario Martínez
Los alcaldes son figuras públicas. Como tales, deben cuidarse de sus excesos personales, pues hasta los menos importantes pueden detonar el repudio público.
El alcalde de Guaynabo ha cometido varios errores con su reciente escándalo sexual. Involucrada ha quedado su esposa, el Comisionado de la Policía y varios funcionarios y empleados públicos del Gobierno Municipal y del Gobierno Estatal que han actuado con indiferencia, negligencia o intención para tapar las faltas del primer ejecutivo guaybanense.
Por ahora, el alcalde ha optado por la “dignidad del silencio”, como una vez llamó el Presidente del Tribunal Supremo Hernández Denton a un momento inconveniente en que su partido político era minoría. Ese, cuando era mayoría, hablaba hasta por los codos, como el alcalde O’neill. Pero lo que pueda decir ya se ha dicho por los medios noticiosos, no admite explicación de lo tan asqueroso que pasó y sería un error que acudiera a tratar de explicar o de ocultar más –porque lo ha estado ocultando hasta este momento- lo que todos sabían y también ocultaban.
Un alcalde no es solo administrador. Y ese administra el gobierno municipal más rico de Puerto Rico y decide sobre otros funcionarios electos y nombrados en su área y fuera de ella. Es una persona de indudable poder que lo ha ganado cada vez más a través del tiempo. Un alcalde representa la fuerza moral positiva del pueblo, pero al quebrar su propia conducta, la fuerza merma. Y toda fuerza para gobernar se necesita íntegra, no mermada por deslices reprobables.
Estuvo en contra del padre del actual gobernador y contra su hijo en eventos separados anteriormente, por lo que no hay fidelidad que pueda atar a Ricardo Rosselló. De hecho, no representa ningun valor respetable contar con un alcalde de su partido que sea prepotente y un peligroso clavo en su zapato. Por eso ayer, sin más contemplación, le dió veinticuatro horas para hablar sobre el asunto porque no ha querido devolverle las comunicaciones.
Héctor O’neill se colocó asímismo en la distancia voluntaria y ya comenzó la obligatoria. Lo que procede ahora es el retiro tambien voluntario que ya está en el filo del borde del abismo, sin oportunidad de retorno. Tampoco representa un activo para el Partido Nuevo Progresista, para el gobierno municipal ni para el estatal. Oportunamente se retiró legalmete y se pensionó para prevenir que con su sabida conducta, se quedara alun día sin la soga y sin la cabra.
Ha manipulado la justicia, que es el peor de los pecados de un ciudadano. Hay que velar que no deje un sucesor que lo encubra, como parece que ha querido desde hace algún tiempo, traqueteando las leyes para perudicar a sus opositores. La sentencia pública es sencilla, el alcalde deberá irse…
Categorías:Análisis, Historias, Vegabajeñismo
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