Camino equivocado

Por Thomas Jimmy Rosario Martínezlogo-ehv-diario-vegabajeno-de-puerto-rico-small

thomas-jimmy-rosario-hijo-version-cortaCuando en 1983 comencé a trabajar como asesor leal para la delegación del Partido Nuevo Progresista  en el Senado, las primeras instrucciones que recibí fue crear argumentos para combatir todo lo que los populares propusieran, dijeran o establecieran. El gobernador era Carlos Romero Barceló y las cámaras legislativas las controlaba el Partido Popular, con Rony Jarabo y Miguel Hernandez Agosto de presidentes.

Como creía en los postulados de mi partido y mi ideal, hice lo que me pidieron. Mi trabajo era uno político en primera instancia, como todavía todo es en ese lugar. De los tres poderes, es el único donde no hay tal cosa como empleados de carrera, porque es la rama más política, sin menoscabo de la realidad de que tanto el poder ejecutivo como la judicatura son fuentes de preferencia y ejecución partidista.

Los políticos se comprometen con sus ideales y su partido, pero el ciudadano no tiene que hacerlo. El político se compromete  por razones de su propia necesidad individual económica porque el trabajo que hace le obliga a suscribir y continuar defendiendo las actuaciones de su colectivo, pero una persona libre de esas ataduras diabólicas no está obligado.

He escuchado de algunos políticos tradicionales de la misma clase que aquellos que me contrataron una vez con el mensaje de que hay que derrotar la estadidad, que el plebiscito está amañado y hasta que hay que dar un voto de castigo. Ayer Bathia criticó la asignación presupuestaria para celebrar el evento, porque eso “no iba a llegar a nada”. Todos los días vemos más argumentos de los representantes del ningunismo que no quieren una decisión y hasta hacen alianzas inconcebibles en la vida real para oponer la posibilidad de que la fórmula de la estadidad gane. 

Esos políticos, de usual conducta oportunista, representan ideales respetables pero que no se hacen respetar cuando la defensa que presentan no son para convencer de las cualidades de sus creencias sino para impedir que la temible estadidad reciba los votos favorables del pueblo. Eso me recuerda el consejo de un abogado amigo quien en los albores de mi  carrera legal, me aconsejó ser intenso. Si la cosa se ponía difícil, debía inciar un revolú porque a río revuelto, ganancia de pescadores.

Cuando uno se da cuenta que la vida es corta, que hay que pensar en un futuro promisorio y que no hay mucho tiempo, deben terminar esos juegos que acostumbran los políticos oportunistas de carrera. Lo que decida el pueblo debe ser libre. De castigo, pero para aquellos que tratan de confundir al pueblo hablándoles de otros propósitos distintos al que está diseñado, porque no se llega a ningún destino con ese camino equivocado.

Las soluciones a nuestro futuro presentándose en el plebiscito de junio son dignas y suficientes para que las personas pensantes voten por ellas. La oportunidad debe ser para los ciudadanos y no para los políticos. Hay que aprovechar la consulta y expresarnos. Si no lo hacemos, al otro lado del charco, otros lo seguirán haciendo por nosotros, a su manera y no a la nuestra. Si no hay una expresión contundente, al otro día estaremos lamentándonos de nuestra usual conducta. Como nación cultural y como pueblo, seguiremos en el limbo y muchos más querrán irse de donde nada se decide.



Categorías:Análisis, Vegabajeñismo

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