Por Thomas Jimmy Rosario Martínez
Me acuesto temprano para levantarme temprano. No vi el juego, pero conozco los resultados. Estoy haciendo limonada con el agrio fruto. Viendo el vaso medio lleno y no medio vacío. Aprendiendo de viejo con la experiencia lo que me han dicho los libros toda la vida y lo que me enseñaron en las aulas cuando estudié desde primer grado en la Padilla hasta lograr mi Juris Doctor.
Anoche un descendiente de nuestra raza puertorriqueña nos dió la primer y más importante derrota. Nos dió donas y nos dejó decepcionados, en el terreno de juego. Nos ha hecho dudar de nosotros como potencia deportiva. Pero tenemos que celebrar.
En el lugar que nuestro equipo estuvo anoche y donde se derrotaron otras dos naciones, Japón y Holanda, han pasado los mejores equipos del mundo y su sede es Estados Unidos, lo que en jíbaro le llaman la casa del trompo. Eramos buenos para ganarles un juego para llegar a la final, pero las probabilidades, siendo parejas, ratifica a Estados Unidos como potencia del béisbol. De cualquiera manera, ellos inventaron el juego y han marcado más de un centenar de años en su desempeño. Lo han exportado al resto del mundo y aún sigue siendo Estados Unidos la Meca de ese deporte.
No hay que sentirse triste. Le ganamos al resto del mundo y aun anteriormente, en un juego, a los mismos Estados Unidos. Pero más importante es poner en perspectiva a quién le ganamos. El equipo de Estados Unidos viene de ser, históricamente, un deporte para blanquitos, que al igual que la nación, segregaba a los jugadores negros y de otras razas. Desde Jack Robinson, pasando por nuestro Clemente, el béisbol se convirtió en otra cosa, más integrado. Y ahora somos parte de la élite como equipo, aunque antes lo fuimos individualmente con nuestros excelentes jugadores.
Debemos sentirnos orgullosos del desempeño de toda una temporada energizante, alegre y pintoresca donde hasta la criminalidad bajó sus estadísticas. Anoche entré al Teatro América donde se estaba proyectando el juego y en la víspera de la mala noticia, había un ambiente festivo como nunca lo había visto en ese recinto. Hasta David Muñoz comentó y hasta preguntó por los precedentes.
Hoy regresan nuestros héroes deportivos y hay que agradecerles lo que han hecho por Puerto Rico. A Igor y a Orlando, la parte local de esa organización, debemos hacerles un reconocimiento especial porque fueron la representación local de un extraordinario equipo de buena coordinación, espiritualidad y sentimiento nacional ejemplar.
Hay que celebrar porque nos dieron la oportunidad de sentirnos estar en la ruta correcta de la felicidad.
Categorías:Análisis, Vegabajeñismo
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