Por Thomas Jimmy Rosario Martínez
Algunos amigos me preguntan lo que opino sobre la decisión del gobernador de Puerto Rico de solicitar de la Junta de Supervisión Fiscal que radique un procedimiento de quiebra bajo la ley congresional P.R.O.M.E.S.A. Agradezco a los que consideran mis ideas y los que en la sede de nuestra Escuela de la Historia Vegabajeña también comparten su conocimiento y sus análisis, lo que nutre muchos de mis escritos.
Ya el 30 de abril me había expresado sobre el particular en “De ahora en adelante, por nuestra cuenta”. En esa ocasión escribí lo siguiente: Hay que empezar en cero, romper con el pasado y usar la Biblia cuando te anuncia tener un nuevo comienzo. Cuando se acepta a Cristo, “todas las cosas viejas pasaron y he aquí que todas son hechas nuevas…”. Eso solo lo da la quiebra que se contempla. Consecuentemente, la recuperación sería muy lenta, sin ayuda sustancial de nuestro “socio” del norte. Tal vez, empero, será lo menos malo”.
Cuando buscamos los orígenes de la quiebra en el mundo, encontramos que antes las personas que debían y no pagaban generalmente terminaban en la cárcel. La prisión supone generalmente una pena criminal y no una consecuencia civil de no cumplir las obligaciones. El derecho penal dejó de considerar la deuda como delito a menos que se generara una obligación mediante fraude o engaño, que entonces traspasaba las fronteras entre las obligaciones civiles y las criminales.
El fenecido profesor y Juez de Quiebras William Beckerleg, en la clase de Quiebra Federal, nos decía que la Ley de Quiebras de 1898, la primera a nivel federal, fue principalmente promovida por fundamentalistas religiosos que creían en el perdón como solución. De la misma manera que Dios absolvía culpas, el hombre debía imitar a la divinidad y permitir que la carga se aliviara y hubiera un nuevo comienzo.
Puerto Rico tiene una peculiaridad especial. Hay una realidad económica, una carga del pasado. Pero también, la manera canibalística conque se maneja la política partidista e idealista, hace que esa carga nunca termine para la argumentación diaria de los issues. La carga es fuerte porque unos justifican los hechos, otros culpan a los demás y nunca hay armonía ni se pone punto final a los asuntos.
Mientras las cosas se deciden por el gobierno o se resuelven por la Junta de Supervisión Fiscal, habrá un dejo de inconformidad de parte de las facciones. La intervención judicial, sin embargo, es un alivio a esa carga. Todos sabemos que en los tribunales terminan las disputas y que generalmente, un juez de cualquier nivel es más confiable que un director de agencia o cualquier junta. Desde luego, siendo una ley especial donde no hay muchos precedentes, hay controversias cuyas órdenes, resoluciones o sentencias podrían requerir revisiones.
Meternos en este lío tomó varias décadas. Desenvolver los rollos en ocasiones toma el mismo tiempo que tomó forjarse. La auditoría hecha por el Gobierno Estatal hubiera sido un error de juicio por que en ese plano de pugna pública nunca se concluye nada. Siempre se cuestionan los actores, los procedimientos y los resultados lo que lleva a nunca terminar.
La política partidista jode y rejode a este pueblo por los muchos colores de cristales con los que se mira y la falta de acercarse las facciones para echar adelante a nuestro Puerto Rico como principal motor de cambio. La alternativa judicial era la conclusión lógica donde al fin y al cabo iba a terminar todo.
La quiebra es el atrecho revisible para buscar el alivio económico y para terminar nuestra pesadilla colectiva. Ahora tendremos que bregar con la quiebra de la institución de los partidos políticos, que como siempre, no reconocen sus culpas ni quieren ser perdonados.
Categorías:Análisis, Vegabajeñismo
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