Por Thomas Jimmy Rosario Martínez
El agua es fundamental para nuestras vidas. Es fuente de salud y de vida. Es lo más básico de todo. Nuestros cuerpos la necesitan y por eso la naturaleza la provee en tres estados de materia y su presencia está en todo el mundo.
El ser humano se apropió de ella con el noble propósito de hacerla llegar a donde fuese difícil obtenerla y luego se determinó alterar su composición original mediante la purificación para que su suministro fuera un producto seguro. En el proceso, empero, se convirtió en objeto de comercio, con especuladores de toda clase y en el medio, personas y entidades indolentes que se benefician de ello, olvidándose de que trabajan con la perpetuidad de la vida.
La Autoridad de Acueductos y Alcantarillados nos dice que el agua es segura, pero ese elemento natural cuesta mucho revertirla a la seguridad que oficialmente se proclama, entre dudas de terceros que la informan como contaminada.
En un comunicado de prensa nos dicen que “reconociendo que hubo un porciento reducido de violaciones por niveles elevados de contaminantes, la mayoría de las violaciones identificadas en el informe son por no monitorear a tiempo o por ineficiencias en la notificación al “Monitoring Reporting” . Añadieron además que “de las monitorias calendarizadas para el mencionado año un 2.1% se tomó fuera de la fecha establecida. Las razones por las que no se realizan las muestras a tiempo son diversas y de índole operacional. Muchas de ellas fuera de nuestro control (que no haya agua, equipo dañado, residente que no esté dispuesto a que se haga muestra y edificios cerrados, entre otras)”.
La actual administración gubernamental ha pedido su oportunidad para mejorar la calidad del servicio, pero también se nos anuncian costos adicionales para recibirla. Y si no la pagamos al precio que nos imponen, nos suspenden el servicio. La promesa de mejorar quizás es una técnica de venta para justificar el alza en el costo al consumidor.
En Vega Baja, hay unas tapas de contadores en el casco del pueblo que leen “Municipality of Vega Baja” Eso nos recuerda que hubo un tiempo en que el agua era servida por el Gobierno Municipal de Vega Baja, antes que se creara la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados.
El Gobierno Estatal, consciente de la importancia de que el agua llegara a los distintas comunidades, establecía plumas públicas. Yo recuerdo la de La Trocha y a los vecinos cargando latas de galletas y otros envases de la época para obtener el valioso líquido para sobrevivir. No había la conexión que hoy conocemos a los hogares, por lo que la higiene y su ingestión no eran como nuestra generación la ha experimentado. Tampoco había inodoros, sino letrinas.
Quizás sólo como campaña política, el Partido del Pueblo ofreció en 1972 el agua gratis a los ciudadanos. Pero eso no sirvió de nada, ya que el electorado no le dio su apoyo y desaparecieron del panorama electoral.
Hemos sido afortunados de vivir esta vida con el privilegio de agua en nuestros hogares, pero tenemos razones para desconfiar que el agua sea segura y que la podamos pagar por su alto costo, que eventualmente será como no tenerla, al nivel del ciudadano común.
Categorías:Análisis, Vegabajeñismo
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