Foto por Fernando Roquel Torres
Por Thomas Jimmy Rosario Martínez
Miembros de la Sociedad Astronómica de Puerto Rico me invitaron anoche para ver el cielo desde la antigua pista del Campamento Tortuguero. El escenario es un terreno plano asfaltado originalmente, ahora cubierto de vegetación, que al norte tiene un yacimiento arqueológico saqueado. Es el antiguo aeródromo que servía en tiempos de la guerra a la nación americana para sus actividades militares. Fue también pista para aviones de modelo y para competencias de carros de carrera. Actualmente hay unas estructuras que se usaron por el gobierno estatal y municipal y este lugar también fue utilizado para experimentos científicos con cohetes no tripulados lanzados bajo los proyectos denominados “Coquí I” y “Coquí II”.
Puede acceder más información en https://archivohistoricodiariovegabajeno.com/2013/11/11/la-antigua-pista-aerea-militar-de-tortuguero/
He tenido la oportunidad en mi vida de conocer mediante experiencia de estudios en la escuela, libros, planetarios y la NASA en Florida mucha información de lo que hay más allá de nuestra nave espacial que la llamamos Tierra. Hace casi tres décadas, acostado en una playa en la isla de Mona, tuve la experiencia de presenciar la inmensidad de la parte del universo que se nos permite ver a un infinito de distancia, en un cielo ausente de contaminación lumínica. Allí también me percaté de porqué los poetas describen ese espectáculo maravilloso del movimiento celestial.
Mirar hacia arriba es un gesto divino. Nos damos cuenta de la importancia que tenemos de ser los únicos seres pensantes conocidos que hasta ahora pueden maravillarse de la obra de la naturaleza que compartimos. Creamos o no en un Dios, también se abre el camino para el conocimiento y el sentimiento.
Mi amigo de la niñez, Willam Freytes, nos hizo una invitación especial como preludio a otra actividad mayor. Me dijo que el alcalde Marcos Cruz le ha dado un apoyo al proyecto educativo de la Sociedad de Astronomía de Puerto Rico para tener una noche de observación en la pista de Tortuguero el 3 de junio. Ya anteriormente fue a inspeccionar el lugar con ellos y ha puesto el anuncio en la pizarra electrónica anunciando el evento.
El cielo, como todos sabemos, no se controla desde la tierra. La contaminación lumínica, el polvo del Sahara y nubes pueden obstaculizar la pantalla que se ofrece sobre nuestras cabezas. Pero la noche del sábado, para mi esposa y para mí, será inolvidable.
Alrededor de nosotros, solo debe haber la luz necesaria para manejar los instrumentos telescópicos y las cámaras para captar las imágenes. Los instrumentos se dirigen hacia el objetivo deseado en la parte del universo que podemos ver, sean estrellas, planetas, galaxias o constelaciones y se enfocan para distinguirlos lo mejor posible. Pueden también, retratarse, aun con cámaras sencillas.
En uno de los telescopios pude ver a Júpiter, un eclipse y una de sus lunas. En otro presencié una galaxia de nuestra Vía Láctea. Por separado, nos ofrecieron un curso corto de astronomía con el Solar System Ambassador (NASA) Fernando Roquel Torres. Este no es solo un investigador sino también un verdadero artista fotográfico del universo, quien conoce y practica técnicas de la ciencia astrofotográfica de una manera impresionante y que es el autor de las imágenes que acompaño a este escrito.
Desde anoche, la perspectiva de mi vida es otra. He recordado aquella frase de Isaac Newton, que aprendí de niño: “Ignoro como me juzgará el mundo, pero en la playa he encontrado un guijarro más hermoso que los otros, mientras el inmenso océano de la verdad, se extendía ante mi, inexplorado”.
He aprendido a mirar al cielo, cuando antes miraba al suelo. Tenemos que volver a Tortuguero el sábado 3 de junio para compartir esa nueva experiencia que nos ofrecen.
Categorías:Análisis, Vegabajeñismo
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