Por Luis M. Mejías Astol
(Publicado originalmente el 15 de abril de 2017 en el Diario Vegabajeño de Puerto Rico)
Escudriño en mi cerebro buscando imágenes que me hagan recordar muchos años pasados. !Qué difícil se me hace esta tarea de ir buscando en cuanto “recoveco” tengo en mi mente!
“Hoy no se come carne, no se trabaja, no se puede barrer, ni lavar, hacer tareas fuertes, solo pensar en Dios y su sacrificio de morir en la cruz por nosotros. No te atrevas cortar ni un pedazo de rama de un árbol. Puede que boten sangre”.
Recuerdo con mucha claridad las palabras que decía mi madre todos los Viernes Santos del calendario, mientras estuvo viva. Durante ese día observaba que ella se retiraba a su cuarto varias veces y estaba varios minutos en silencio. Ahora entiendo lo que hacía; meditaba, tal vez rezaba o quizás oraba. Tampoco permitía que los hermanos discutieran ese día y la música que en la radio se escuchaba eran cánticos al Señor.
No sé si aquel radio viejo solo tenía una estación, o que todas las estaciones tenían la misma programación. Chobby López me recuerda que tampoco podíamos afeitarnos después de las diez de la mañana, tampoco podíamos jugar trompos pues la tierra sangraría. Dice mi amigo José Luis: ” que la central San Vicente nuestra fuente mayor de ingresos para esos tiempos; daba libre desde el jueves para conmemorar la Semana Santa”.
Jesús le dijo: Yo soy el camino, la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.
Para esos tiempos que me remonto no había iglesia de la fe católica en mi comunidad pero si existían de los evangélicos, recordemos a don Cantre (me informa mi amigo Paky que su nombre era Aurelio Cantres González). Su sitio (iglesia) estaba cerca de la tienda de don Berto Martínez. En estos momentos que escribo existe una católica y 4 protestantes.
Ese día me parecía uno extremadamente largo. Durante la tarde nos preparábamos con la mejor ropa que tuviésemos para ir a ver la procesión que salía de la iglesia católica del pueblo. Además teníamos la oportunidad de retratarnos en el fotogiro que siempre estaba al lado de la plaza y de donde salíamos casi ciego por el resplandor de la luz (flash) de la cámara.
También se aprovechaba la oportunidad para ver la película en el teatro América, que casi siempre eran de Tarzán “El Hombre Mono”, las de tipo romano con los gladiadores y otras que giraban en torno a la vida de Jesús. Le confieso que las que más me gustaban eran las de Tarzán, esos paisajes me fascinaban y los animales que presentaban de la selva. Era interesante ir al pueblo y al teatro aunque nos desesperábamos al pensar que cuando saliéramos no hubiese carro público dando servicio. En ese caso pues hacíamos un serrucho para comprar pan y esperar un rato por si llegaba alguno. Si esto no ocurría pues entonces a patita pal’ barrio.
Bendiciones en este Viernes Santo.
Recuerdo siempre la plaza llena de feligreses que acompañarían la llamada procesión y todos muy calladitos veíamos algunas mujeres rezando el Santo Rosario y hombres fuertes cargando el sepulcro. No me permitían ir en la procesión y nunca entendí porque en el desfile sacaban muchos símbolos delante del sepulcro y no al final de este; cuando lo lógico es primero el sepulcro y luego los símbolos con la feligresía. O era que yo lo estaba viendo al revés.
Ya adulto participé de la procesión en varias ocasiones. Me gustaba mucho las estampas vivientes colocadas en diferentes lugares de la travesía por donde pasaría la procesión.
Viene a mi mente también el año 1973. El día había estado medio lluvioso, aguaceritos de vez en cuando pero nada copioso. Mi sobrino Rafael “Paye” me invitó a que fuéramos al cine con nuestras esposas Margarita y Carmen. En el pueblo no había mucha gente esa noche para la procesión nocturna llamada La Soledad, tal vez porque seguía el mismo patrón de lluvias.
El Teatro América anunciaba para la noche una película de Karate. Decidimos verla. Salimos cerca de las diez de la noche. Seguía lloviendo muy tenue, un llovisnero persistente. Salimos del pueblo por la número dos y cuando nos acercábamos al semáforo del cruce con la 688 el tráfico estaba detenido por la policía. No había paso para Vega Alta ni para Sabana. Ambas carreteras estaban inundadas en esos momentos. Así que optamos por quedarnos merodeando por allí y nos fuimos para la casa de mi hermana Carmín.
Allí nos encontramos con Ramón, su esposo quien en esos momentos estaba levantando los muebles en bloques porque ya Brasilia comenzaba a inundarse. Sería cerca de las 2 y media de la madrugada cuando decidimos cruzar la inundación por la carretera número dos para llegar a Carmelita porque por Sabana aun no había paso.
!Que osados fuimos, en un carro Fiat que se caía en cantos. Sentíamos como la fuerza del agua nos movía el carro de lado a lado. Todos confiábamos en las destrezas de chofer que tenía mi sobrino. Fueron momentos de mucha tensión viendo como las aguas jugaban con el carro. Finalmente cruzamos pero esa experiencia bastó para nunca mas hacerlo. Ahora reconozco que arriesgamos las vidas.
Para finalizar esos datos les recuerdo las tantas veces que realizamos un viacrucis por las calles de Sabana, parte de esas historias las escribí en el boletín El Mameyazo en años anteriores. Léalas, no se las pierda.
!Gracias Jesús por llevar mi Cruz!
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