Coronavirus en Vega Baja

Foto por Edgar Pabón

Por Thomas Jimmy Rosario Martínez

Me siento como si estuvieramos esperando la llegada de un huracán. Hay un silencio de trasfondo mezclado con ansiedad. Por dondequiera que vamos y la mayoría de lo que vemos está relacionado con la enfermedad que azota al mundo. Y el mundo está tomando acciones que no veo que se estén tomando en mi pueblo.

Ayer estábamos habilitando el local de la Escuela de la Historia Vegabajeña en la calle Betances. Tony Muñíz tuvo la cortesía de brindarnos una mascarilla de las que están escasas para que el polvo del viejo edificio no nos afectara, pero implícito estaba el temor al contagio, por lo que agradecimos el pequeño gran regalo de salud.

Antes, en el desayuno en La Asturiana algunos daban el puño o no se acercaban para saludar. El saludo con la mano abierta para cerrarla fuertemente y confirmar la alegría del encuentro se omitió, evitando el contacto físico. La gente está consciente de que esperamos una tormenta.

Lo que no es Vega Baja ni es Puerto Rico está en los albores de una crisis. Hoy me levanto con la noticia de que Italia ha prohibido la entrada y salida de personas de sectores de ese país. Estamos hablando de que internamente está vedado el tránsito de ciudadanos. Aislamiento absoluto. El Presidente Giuseppe Conte dijo que el decreto es duro, pero necesario para “por una parte contener la difusión del contagio y al mismo tiempo hay que reaccionar para que no sobrecargar los hospitales”. Hasta los oficios del Papa Francisco en Roma han sufrido cambios preventivos: “La oración del Ángelus del Santo Padre (…) será transmitida por video en directo a las pantallas en la plaza de San Pedro”

En Estados Unidos, el Presidente habla de cerrar fronteras sin explicar lo que eso significa. Lo iba a hacer primero con Mexico, pero desistió. Dentro de su mundo de teflón y repartir culpas excluyéndose , ha expresado tener la “corazonada” de que no hay tanta emergencia ni tantos enfermos. Pasa por alto que tienen como ejemplo de la gravedad del asunto un barco de crucero en ascuas dentro de una de sus costas con los vacacionistas encerrados en sus cuartos y aumentando los reportes de contagiados de esa embarcación.

Me temo que la mente y los ojos sean los que se cierren con esta crisis que se avecina. Asoma la “necesidad” de discriminar, lo que para mi es un crimen de lesa humanidad. Se está dividiendo el mundo en ustedes y nosotros por una de tantas enfermedades cuyo contagio se ha expandido.

Vega Baja ha tenido en el pasado enfermedades causadas en nuestro pueblo, como el cólera, en el Siglo XIX. El compañero Carlos Ayes ha estudiado el tema en detalle y ha encontrado informes de salubridad que indican que la causa principal fue el agua acumulada después de lluvias intensas e inundaciones que arrastraban animales y vegetales que se descomponían y producían el “sinochus putridus” que originaba la enfermedad de cólera. La ingesta del agua natural en aquellos tiempos que no había sistema sanitario ni tratamiento químico, produjo la “epidemia” vegabajeña.

En nuestro pueblo ha habido contagio por muchas otras enfermedades. Mi abuela Juana falleció víctima de la tuberculosis en la Calle Baldorioty, justo frente a la Clínica Sanchez Castaño y a la vuelta de la esquina del Hospital Jesús María Armáiz en la Calle Manuel Padilla Dávila. Como consecuencia, mi madre y su hermana vivieron aisladas de ella de su madre sus primeros años y sólo la saludaban a la distancia. Cuando murió el 18 de agosto de 1941, mi abuelo Pipo junto a sus hermanos Tuto y Tingo hicieron un hoyo en el medio del patio y allí depositaron la cama, ropa, retratos y pertenencias de su querida esposa. Por la naturaleza de la enfermedad, hubo que enterrarla sin dilación. Con circunstancias como esta, le cambia la vida a cualquiera.

Ayer vi una lista que proporcionó la vegabajeña Margarita Persico donde aparece que Vega Baja tiene dos casos de sospecha de coronavirus. Me recordó la primera vez que me dió dengue. El Dr. Forestier del Hopital Wilma Vázquez me explicó que como tenía los síntomas de dengue y no se podía obtener una seguridad por la lentitud de las pruebas de confirmación, había que tratarlo como si tuviera la enfermedad. Eso, que ocurrió hace más de un cuarto de siglo, sigue siendo el procedimiento. Es posible que ya lo hayamos contraído pero no lo sabemos ni lo sabremos hasta que ya no seamos foco de contagio porque haya pasado el período de incubación. Y lo triste de eso es que en algunas personas no se manifiesta aunque lo tengan, por lo que estaremos en el cono de incertidumbre de nuestra propia tormenta.

En Vega Baja hemos sufrido muchas plagas, enfermedades colectivas, pandemias y epidemias. Tuvimos Hasta un cementerio colectivo de coléricos, sin identificaciones ni epitafios en lo que después fue nuestro parque municipal y casual e irónicamente en el área del Cementerio de Ojo de Agua, creado una centuria después del acontecimiento. No somos, pues. distintos a la China ni a la Italia que se han cerrado o la que hemos cerrado con nuestros temores.

Hay cambios de usos, costumbres y actitudes en el ambiente. No sabemos si eso durará un tiempo ni cómo afectará a nuestro futuro individual y colectivo. En el pasado reciente hemos tenido la experiencia de María y los temblores que son experiencias de fenómenos naturales que nos afectan. Pero hay otras vivencia por tener latiendo aceleradamente hacia el camino de la angustia. A pesar de estar acostumbrados a recibir noticias aberrantes de crímenes de todo tipo, nos resistimos a creer que es una sociedad violenta. Tampoco tomamos en serio los asuntos de nuestra naturaleza como la posibilidad de uno o más tsunamis y los cambios en nuestros recursos de agua y tierra. Todo eso es parte de la actualidad que despazan las noticias más recientes del coronavirus,

Hay personas que creen con razón que hay quienes se aprovechan de las circunstancias de enfermedades nuevas para crear medicamentos, vacunas y toda una industria multimillonaria. Eso tiene dos maneras de verse, como necesario o como oportunista. Otros acaparan productos en forma egoísta para inflar los precios o para asegurar que los tendrán cuando los necesiten. La prevención es sabia, pero en las deficiencias y las exageraciones nos perjudicamos todos. No obstante, no debemos ignorar el peligro del virus, aunque conozcamos y nos preocupe esa otra realidad.

La vida es sinónimo de movimiento. Todo evoluciona. Es ley la conversión de la materia en energía. Por lo tanto, todo lo que llamamos males, hasta las epidemias, van a prevalecer y serán continuas, pues es parte de un todo.

Cuando se pasa una enfermedad donde se ha puesto el cuerpo a prueba y se ha sobrevivido, se fortalece la resistencia individual. Los que amamos vivir y compartir en paz con nuestros iguales y el entorno, debemos prepararnos para todos esos procesos y cambios. No importa que el coronavirus ya esté con nosotros, nos aceche o sea también un cuento de camino para vender soluciones. Primero que las bacterias y los viruses está nuestra capacidad mental para no permitir que ni las malas noticias nos afecten.



Categorías:Análisis, Opinión

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