Por Thomas Jimmy Rosario Martínez
Agustín Alvarez Rodríguez fue un buen vegabajeño que aportó mucho al desarrollo del periodismo, la historia y la literatura vegabajeña, aparte de ser un motor de actividades culturales, entre ellas, la de fundador del Centro Cultural de Vega Baja. Ha sido olvidado por este pueblo. No hay una calle que lleve su nombre y ni siquiera sus descendientes han hecho pública parte de su obra inédita. El Centro Cultural de Vega Baja, al que sirvió en distintas posiciones hasta la presidencia, nunca lo ha honrado. De hecho, solamente mi padre y yo lo hemos recordado para la historia escrita desde que falleció en 1973. Hay razones morales y políticas que se han esgrimido, pero ninguna es válida ni justa. Es el mismo caso de José (Ché) Pabón en el tema de deportes.
Agustín Alvarez era una persona de profundos pensamientos. Era hijo de Salomón Alvarez Domenech, quien trajo la primera imprenta a Vega Baja, hermano de la primera asambleísta municipal Brígida Alvarez y padre de Fernandito Alvarez, el creador del Trío Vegabajeño. Sus descendientes y parientes son personas de gran valor para Puerto Rico y el mundo. En un documento que accedí en el Archivo General de Puerto Rico, encontré una solicitud, a sus quince años para ofrecer una conferencia sobre “irradiación” en la Plaza José Francisco Náter. Su trabajo que se tituló “Los tipos pintorescos de mi pueblo” , una selección de sus escritos de su libro de 1971 “Florecer de Recuerdos” fue publicado post mortem en el libro Vega Baja, su historia y su cultura, editado por el Gobierno Municipal de Vega Baja en 1987.
Revisando los programas de fiestas patronales de Vega Baja, encontré un acróstico escrito por él, publicado en 1969. Un acróstico es un poema donde las letras al principio, final o cualquier parte de los versos forman un nombre o una frase al leerse verticalmente. En este poema de Alvarez, las letras iniciales en dos estrofas forman las palabras Vega y Baja.
Es curioso que al describir a nuestro pueblo identifica un esmeraldino tono y la llanura que la almíbar cuaja. Se refiere al verde y al amarillo, colores que definen nuestra bandera. Lo curioso es que la bandera de Vega Baja se creó posterior a su fallecimiento y lo que se tomó en cuenta no fue el criterio de los colores de nuestra tierra, sino los que acostumbraban utilizar los estudiantes de las escuelas en competencias deportivas.
Puede ser que hubiera una conciencia colectiva que influyera al momento de determinarse los colores, decisión que recayó principalmente entre Luis de la Rosa, historiador y el diseñador, Lcdo. Roberto Beascoechea Lota, pero no deja de ser un misterio la coincidencia o la causalidad. Para un verdadero vegabajeño y para los que le conocimos, no es nada raro encontrar en su pasado vivencias que le brindara su alma o un futuro que forjó en su creativa imaginación y amplia inteligencia.
ACROSTICO
Por Agustín Alvarez Rodríguez
VEGA feraz de esmeraldino tono
ES la llanura que la almíbar cuaja,
Generadora de lujosos tronos
A los que nunca llega el que trabaja.
Bizarra, pintoresca y embrujada,
Aquel que la visita está perdido,
Jamás podrá olvidarla, va imantada
A su vida, como el ruiseñor al nido.
Categorías:Vegabajeñismo
Deja un comentario