Por Thomas (Jimmy) Rosario Flores

Carlos (Cuto) Chapel era uno de tres hijos de un comerciante acaudalado de Vega Baja, pero nunca nadie cuestionó su sencillez y humildad.

Recuerdo que a principios de la década de 1940, cuando me inicié como fotógrafo en Vega Baja, mis primeros clientes fueron  Fernando Silva y el propio Cuto. Acostumbraba tomarle fotos frecuentemente en compañía de sus amistades a quince centavos por retrato.  No hay duda que su apoyo constante me ayudó y estimuló a desarrollar mi carrera de fotógrafo profesional.

También fue cliente apreciado de mi suegro, el joyero José B. (Pipo) Martínez. Su hija, mi cuñada Julia, ha expresado en las redes sociales el profundo cariño que había entre Cuto y Pipo y con ella.

Cuto era un atleta de buen carácter y amigo de todos. Siendo joven le daba trillitas a los compañeros de escuela en su carro y en una motora que tenía. Para su compañera de toda la vida escogió a una mujer especial que lo acompañó por toda su vida, María Palerm. Tuvo tres hijos, Carlos (Caíto), María y Juan Gabriel (Juan Gabo). Este último falleció en un desafortunado accidente en la carretera Número Dos a finales de la década de 1960.

Tuve el privilegio de retratarle en varias ocasiones para sus fotos de licencias y ocasiones especiales con su hija María en el Casino de Vega Baja cuando fue reina y al resto de su familia. Cuando vivía en Vega Baja, venía a mi negocio a conversar conmigo. También en una ocasión fue mi agente de inversiones. Siendo jóvenes, él me consiguió entrada gratis en el Teatro América, el cual era de su padre, Don Juan Chapel y que el administró por muchos años. 

Cuto Chapel fue una persona que imprimió dinamismo a la vida de nuestra ciudad. Donde estaba había buen ambiente, forjado por su don de excelencia humana que siempre recordaremos.

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